La dehesa
En una provincia tan variada como la salmantina, con cumbres nevadas, sierras, valles, cañones y llanuras, hay un paisaje que la identifica plenamente: es la dehesa, esas extensas manchas de encinares y algunos robledales, que alcanzan el horizonte.
Sobre los pastizales se crían en régimen extensivo razas vacunas autóctonas, como la morucha (raza autóctona salmantina por excelencia, certificada como Identidad Geográfica Protegida), y el cerdo ibérico, que busca afanosamente bellotas durante la montanera.
Pero la dehesa es fundamentalmente el hogar del toro bravo. Allí nace y se cuida en las más de doscientas ganaderías de lidia existentes en Salamanca. No es difícil observar su imagen altiva sobresaliendo en los cercados del centro y oeste de la provincia.
Se trata de un excepcional ecosistema, ejemplo de aprovechamiento sostenible y de respeto al medio ambiente. Existe toda una vida asociada a la dehesa, como queda patente en ermitas y casonas, costumbres y creencias.